Entre el 8 y el 31 de julio, los niños y algunos de sus familiares disfrutaron de las vacaciones con nosotros. Gracias a estas semanas, pudieron escaparse de sus vidas cotidianas, fuera de sus barrios.

En primer lugar, queremos agradecer a todas las personas que participaron en el financiamiento colectivo, sin ustedes, todo esto no hubiera podido existir. Agradecemos también a los seis voluntarios que nos ayudaron durante este periodo. Un enorme gracias a Matias, Louise, Adèle, Guillaume, Alix y Anne-Victoire (de izquierda a derecha en la foto abajo) por su tiempo y por su amabilidad.

Los seis voluntarios del verano

Durante las tres primeras semanas, realizamos diferentes actividades en la ciudad de Quito, a esto le llamamos el campamento. Pudimos descubrir o redescubrir algunos lugares de la capital. Por ejemplo, fuimos a la mitad del mundo, donde observamos los extraños fenómenos que ocurren en ese lugar.

¡Los hemisferios norte y sur solo están a un paso!

También pasamos un día en el parque de la Carolina, uno de los más grandes de la ciudad, donde hicimos varios juegos al aire libre y sobre todo donde pudimos pasear en las barcas que hay allí.

El parque de la Carolina invadido por una flota de grumetes

Otro día, también fuimos a visitar el planetario de Quito, el más grande de Ecuador. Ahí, los niños pudieron aprender sobre nuestro sistema solar
jugando.

Además, organizamos muchas actividades en la fundación, como talleres de pintura, de dibujo, juegos al aire libre, y sobre todo, una búsqueda del tesoro.

Niños y voluntarios delante de la laguna del Quilotoa

Para acabar, nos fuimos tres días fuera de la capital para cambiar de aires, y este año elegimos la sierra. Ecuador es conocido por sus volcanes, y tuvimos la oportunidad de explorar dos de ellos. Primero, subimos al Quilotoa donde observamos su preciosa laguna color turquesa ubicada en el interior de un cráter. Luego, al volver ya hacia Quito, nos aventuramos a subir hasta el Cotopaxi, el segundo volcán más grande del Ecuador. No alcanzamos a subir hasta arriba, pero la experiencia fue mágica ya que los niños consiguieron tocar la nieve por primera vez en su vida.

Los niños disfrutando de la nieve en el Cotopaxi

Este mes de julio fue maravilloso, una conclusión perfecta del año que pasamos juntos. ¡Tenemos ganas de vivir momentos igual de bonitos el año próximo!